Régis Debray lo considera el mejor escritor latinoamericano. Desde antípodas políticas, Octavio Paz ha elogiado su escritura. Pero el subcomandante Marcos, jefe militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, habla con timidez de su condición de escritor. "Más fácil sería con un mate", dijo en uniforme de guerrillero y pasamontañas que sólo confía al aire los ojos y parte de una nariz objeto de su autoburla constante. La máscara no atenúa la clara emanación de juventud.
Es un fenómeno raro, sin antecedentes conocidos en el mundo: su fama de escritor dimana de la prosa que vuelca en los comunicados que firma en nombre del EZLN. Son textos políticos que han llevado de la guerra de verdad a la guerra de palabras, pero el subcomandante les añade paseos de ficción en las posdatas. Donde ha aparecido hace meses el personaje Durito, un escarabajo que se proclama Caballero Andante de La Selva Lacandona y tiene a Marcos de escudero. Ambos dialogan -como el Quijote y Sancho Panza- sobre las materias más diversas y de política además. El Nobel mexicano calificó a Durito de invención literaria memorable.
La entrevista con el Subcomandante Insurgente del EZLN -exclusiva para Página/12- se realizó en el marco del Encuentro Continental Americano por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, y tuvo lugar en algún punto de la Selva Lacandona asediada por los cercos y los patrullajes terrestres y aéreos del ejército mexicano. Allí y entre dos pipas, el jefe militar zapatista reveló que siempre le ha gustado escribir.
- ¿Cuándo escribió su primer poema?
- A los trece años.
- ¿Lo recuerda?
- No, hay cosas que más vale la pena olvidar.
- ¿No recuerda las circunstancias que lo movieron a escribirlo?
- Sí, era melancólico, era sobre la vida y la muerte, medio tétrico, con la pregunta sobre el sentido de la vida que probablemente se hace todo adolescente. Yo estaba en la secundaria, como se dice en Argentina. Ya había leído poesía y ese poema debe haber sido muy parecido a los que yo leía por entonces. Me acuerdo más o menos del tema y de la circunstancia un poco existencial, o bastante existencial, de ese momento, pero no me acuerdo mero cómo iba.
- ¿Siguió escribiendo poesía luego?
- No. Iba más al cuento, a la poesía casi nunca le entré. En aquel ámbito cultural la poesía era mucho la cuestión de la métrica, tenía que rimar y todo eso. Y entre que no me salía, que necesitaba pues un cierto manejo del lenguaje, que apenas estaba aprendiendo, y que me provocaban aversión esos chalecos, no sabía cómo entrarle. Entonces mejor le daba al cuento. Cuentos escribí bastantes. Y, por supuesto, una novela que nunca acabé. Como todos los escritores que se precian de serlo; siempre tienen una novela que nunca han acabado. Pero no, a la policía, perdón, a la poesía no le entraba, a la policía tampoco.
- ¿Pero ha escrito poesía en los últimos años?
- Escribí en el periodo de la montaña, los diez años que pasamos allí, sobre todo en los primeros años -1984-1985- que fueron muy solitarios, poesía que pretendía ser política. Tratando un poco de jugar al espejo o de ayudarnos a nosotros mismo, pues éramos una pequeña pandilla casi que quería cambiar el mundo; afirmando que sí valía la pena lo que queríamos hacer, o lo que íbamos a hacer, aunque entonces no sabíamos que lo íbamos a hacer todavía. Nosotros organizábamos actos culturales todos los lunes de cada semana: el grupo de combatientes se juntaba en lo que llamábamos la célula cultural y se decían poemas, se cantaba, se representaban obras de teatro. El único libro que teníamos entonces -yo era capitán- era una antología de Miguel Hernández. Había más reuniones culturales que poemas en el libro y éste se acabó. "Escribe algo", me decían los compañeros, así que los primeros poemas que escribí en ese periodo eran más bien por encargo. Y eran poemas así, pues, lo rudimentarios o lo acartonados que pueden ser los poemas sobre pedido. Luego ya escribí por gusto, por ganas, algunos más, volví otra vez al cuento y a las narraciones cortas como las "Instrucciones para cambiar el mundo" o las "Instrucciones para caer y levantarse", todo eso con mucha influencia de Cortázar; uno de sus libros era el otro que yo cargaba. Pero a la poesía siempre le he tenido mucho miedo. Es como dice Durito, la distancia entre lo cursi y lo sublime es delgadísima; yo le digo a Durito que no la conozco porque no he logrado cruzarla, sigo todavía del lado de lo cursi. Así que para llegar a lo sublime... Algo intenté en poesía cuando empezamos a hacer contacto con las comunidades indígenas. El manejo del lenguaje que hacen ellos, la descripción de la realidad, de su realidad, de su mundo, tiene mucho de elementos poéticos. Eso como que removió la trayectoria cultural normal o tradicional que traía yo en literatura y empezó a producir esa mezcla que asomó en los comunicados del EZLN del 94. Era un poco como estarse debatiendo entre las raíces indígenas de un movimiento y el elemento urbano. Es lo que yo podría decir sobre esa trayectoria, pero sí, siempre me gustó escribir. No mostraba lo que hacía, por supuesto, escribía para mí mismo.
- Octavio Paz dice que Durito es una invención memorable.
- Eso es injusto, Durito protesta. Dice que él no es una invención que es real y que, en todo caso, la invención soy yo.
- ¿Sigue leyendo poesía?
- Sí, cómo no. En alguno de los comunicados cuento la historia de una niña que se murió, Paticha, explicado un poco esto de los nonatos. En realidad eso viene de la lectura de un poema de un argentino que habla de una niña. ¿Se acuerda usted de ese poema? ¿Cómo se llama?
- No sé de qué poema me habla.
- Si es suyo.
- Hay cosas de las que uno se quiere olvidar, usted lo dijo.
- No, es bueno ese poema. Lo encontré en una antología de la poesía latinoamericana, junto con otro texto suyo. No me acuerdo cómo se llama, pero habla de una niña que, obligada por las condiciones sociales, comete un crimen.
- ¿Será "María la sirvienta"?
- Ándele, ése era. Su estructura inspiró la forma literaria de la historia de Paticha. La historia es real, pero su presentación tiene mucha cercanía con "María la sirvienta". Y en algunas de las historias que cuento, que contamos nosotros, aparecen elementos poéticos -digo, en mi caso- de Miguel Hernández, del Neruda del Canto general, sobre todo, un libro que nos influyó mucho a muchos en la montaña y que también cargábamos. No conocimos poesía más reciente hasta que ya bajamos.
- ¿Y Pessoa?
- A Pessoa lo encontramos bajando de la montaña, del 94 para acá, en libros que nos regalaban. Pero eso es nuevo. La poesía que frecuentábamos nosotros era la que se consideraba poesía social o de compromiso. Que es la que nos gustaba, porque estábamos en eso. O la más lejana de los clásicos como Shakespeare, eso sí. Pero de la poesía contemporánea sólo la que tenía contenido social; la que no, nos parecía que no servía, que era contrarrevolucionaria, pequeñoburguesa, etcétera, etcétera.
- ¿Piensa lo mismo ahora?
- Evidentemente no.
- ¿Y qué piensa?
- Nos damos cuenta ahora que fueron esos elementos, los no esquemáticos los no tradicionales respecto de esa cultura de izquierda en la que nos formamos nosotros, en especial de la izquierda clandestina, en la que nos formamos nosotros, en especial de la izquierda clandestina, la de los subterráneos, los que nos abrieron ventanas. Que lo que nos salvó como proyecto social, como proyecto político y, sobre todo, como seres humanos, fueron esas ventanas abiertas, esas supuestas "manchas" para un revolucionario cuadrado, lo que nos llevaba a nosotros a decir bromeando que para ser cuadros revolucionarios éramos bastante redondos. No respondíamos a los esquemas pues, y por lo tanto estábamos desechados. Esa cultura, esa literatura tienen su lugar, tienen su espacio y no pueden ser catalogadas según los moldes que nos enseñaron, que poesía revolucionaria de "Patria o muerte, venceremos" solamente, o la que describe una situación social. Hay poesía que trabaja sobre el lenguaje mismo y no le importa tanto lo que dice sino el manejo del lenguaje; hay poesía que expresa sentimientos o cuestiones vivenciales cotidianas; hay poesía de muchas clases. ¿Cómo decirlo? El esquema política con el que habíamos crecido tenía su referente o su equivalente en un esquema cultural, en un esquema ideológico e incluso en un esquema moral que marcaba qué era lo bueno y qué era lo malo: bueno es todo lo que sirva a la revolución, malo es todo lo que vaya en contra de la revolución. Y ahí no está el problema de lo bueno y lo malo, de esa manera sólo se lo está eludiendo. Y eso pasaba no con la literatura únicamente, con la música también, o sea, cuál debíamos escuchar o cuál nos debía gustar, porque de eso se trataba; de nuevo tenía que ser la música de contenido social o la música revolucionario, como le decíamos nosotros. Y la otra pues era música enajenante, alienante, etcétera. Aunque nos gustara, teníamos que callar y decir que la buena era la música de contenido social. Esa concepción influía hasta en las pláticas del (grupo) colectivo. El colectivo de montaña es un conjunto muy solitario, sometido a condiciones muy duras, que tiende a cerrarse, a hacerse fuerte para poder resistir, ayudándose uno a otro. Entonces la nostalgia estaba prohibida; en todo caso, manifestarla. No es que hubiera una ley, pero cuando se notaban síntomas de desmoralización en un compañero había que ayudarlo explicándole, por ejemplo, que el proletariado, por una decisión histórica, iba a asumir sus objetivos, etcétera, etcétera.
- Hay quien supone que ciertas cosas dejan de existir no usando las palabras que las nombran.
- Sí, era una especie de realismo socialista, pero en pequeño. Estoy hablando de una columna formada por doce hombres. Doce en "las grandes fiestas", decíamos que eran cuando nos juntábamos, porque en realidad no partíamos en unidades de cuatro. Ese esquema rígido invadía todo lo que era la vida del campamento guerrillero. No se platicaba sobre la familia, porque te llevaba eso al lugar de partida. Tampoco sobre las expectativas personales: no podía uno imaginarse en el futuro siendo un hombre común y corriente, o podía, pero no debía decirlo. Decir, por ejemplo, finalmente cuando termine esto me voy a dedicar a ser chofer, no, cómo, finalmente cuando termine esto me voy a dedicar a ser chofer; no, cómo, se contestaban, eso es contrarrevolucionario, tienes que ubicarte en un lugar revolucionario, seguir en esto o hacerlo como el Che, irte a otro país y continuar la pelea, etcétera.
- Antes evocó usted un problema que tiene que ver con lo que está expresando ahora: el del contacto con la cultura indígena. ¿Ese contacto ayudó o quizás obligó a modificar estereotipos, y no sólo desde el punto de vista de los contenidos, sino también en lo que hace a la lengua? Porque sorprende a quien visita Chiapas el castellano que hablan los indígenas, lleno de giros y concordancias desusados. Algo semejante ocurrió en Guatemala cuando los indígenas, después de más de cuatro siglos de padecer la dominación blanca, empezaron a hablar el castellano y produjeron rupturas sintácticas extraordinarias y muy enriquecedoras. ¿Qué piensa de eso? ¿Qué le ocurrió con eso?
- En realidad casi nadie toca ese tema. Nosotros advertíamos que la concepción política de lo que el EZLN era entonces chocaba con la concepción política de las comunidades indígenas y se modificaba. También hubo efectos en el quehacer cultural del EZLN, que tenía una vida cultural bastante intensa para una unidad guerrillera. No sólo nos enfrentamos con las lenguas indígenas, sino también con su manejo y con la forma de apropiación del español. Los indígenas no se apropian de conceptos, sino de palabras, y traducen su visión con un manejo del lenguaje muy rico, como decir "está triste mi corazón" por "me siento mal" o decir "me duele el corazón" y señalarse la panza, que está cerca. De pronto alguien se enfermaba y decía. "me voy a morir" y al principio uno pensaba que, en efecto, se iba a morir; y cuando se lo revisaba no era más que un dolor abdominal. Pero así se sentía. Nos encontrábamos con que los indígenas manejaban el lenguaje con mucho apego al significado de las cosas y al uso de imágenes también. Teníamos que aprender ese otro manejo del lenguaje para poder comunicarnos con ellos, y ellos con nosotros, lo que empezó a producir efectos en nuestra forma de hablar. Y de escribir. Llegó un momento en que estabamos hablando "chueco", como decíamos nosotros, a veces anteponiendo un adjetivo, otras no nombrando una cosa sino aludiéndola con una imagen, y sucedió que así cuajó nuestro modo, el modo de hablar de los zapatistas, y eso nos hizo perfectamente identificables. Claro, nadie nos andaba buscando, pero en las comunidades se sabía quién era zapatista por el modo de hablar, incluso para explicar la política y para explicar la guerra, que entonces apenas era un futuro incierto. Muchos han percibido los efectos del contacto con las comunidades en la política y la organización de los neozapatistas, pero nadie o pocos son los que se han dado cuenta de las consecuencias del choque cultural, que sin embargo llama la atención también en el neozapatismo. Me refiero al manejo del lenguaje en relación con la política. Así lo vemos nosotros, pero es muy difícil reflexionar desde adentro, nos falta distancia y nos falta tiempo para ver cómo se da eso. Necesitamos un exterior, un outsider para poder entenderlo. Nosotros no podemos explicar qué es lo que hizo posible eso. Sabemos que lo estamos haciendo y decimos "algo pasó aquí", pero no hemos pensado todavía sobre lo que realmente ocurrió para que se produjera el zapatismo de 1994. También hay que considerar cómo entré el zapatismo en contacto con la sociedad civil, con ese México que no tenía nada que ver ni con el enemigo ni con el compañero. Ese hecho también influye en el trabajo de lenguaje del zapatismo. Puede incluso verse cómo los comunicados del EZLN de los primeros días del 94 y los que fueron emitidos más adelante en el año dan paso a una modificación en el lenguaje que está buscando su acomodo y se está haciendo todavía. Es decir, se ha sumado otro elemento, aparte del indígena y del que procedía de la izquierda tradicional que bajó de la montaña: los dos últimos constituían ya una realidad compleja que otra vez se enfrentó con una realidad compleja, la de México. Y hay como una retroalimentación -así lo vemos-, vamos tocando puertas, encontramos una abierta, nos metemos, tocamos otras y así; y en el lenguaje estamos tocando puertas y donde vemos que se abren, por ahí seguimos. Por eso a veces nuestro discurso es muy repetitivo, pensamos que los resultó una vez y nos permitió hacernos entender va a volver a producir el mismo efecto. Desgraciadamente no siempre es así. A veces produce el efecto contrario; otra vez lo mismo, se piensa, y más porque el zapatismo se espera siempre algo nuevo, más creativo, que no incurra en la reiteración, y para nosotros lo más cómodo es insistir con lo que sabemos ya que resultó. A dos años de nuestra salida a la luz, ése es uno de los problemas que tenemos. Debemos seguir buscando dentro de nosotros mismos y dentro de las relaciones creadas un lenguaje que nos haga perder el puente con la sociedad que logramos construir en los últimos dos años. Sabemos lo que no hay que hacer, es decir, repetirse, pero todavía tenemos que precisar lo que hay que hacer, y eso estamos probando. Por eso nos sirve mucho el contacto con gente que no viene de nuestra trayectoria, no me atrevería a decir de afuera porque es gente que está muy imbricada en el movimiento, pero que ve otras cosas, tiene otras experiencias, otra historia y ha hecho otro recorrido. Eso nos ayuda a ver dónde podemos avanzar. Y en buena parte el futuro del zapatismo está en el lenguaje. No quiero decir que el zapatismo está en el lenguaje. No quiero decir que el zapatismo va a desaparecer, pero su futuro y su quehacer tiene que ver con el quehacer de su lenguaje. Según sea el futuro de su palabra, será el futuro del EZLN. No, no del EZLN, del zapatismo, que hoy es mucho más amplio.
- En su mensaje de la ceremonia de clausura del Encuentro Continental Americano por la Humanidad y contra el Neoliberalismo dijo usted que al zapatismo se le exige no que se parta en dos sino en muchos pedazos, en referencia a la satisfacción de unos y la preocupación de otros por sus intervenciones anteriores. ¿Deberá cambiar el lenguaje de sus comunicados para contentar a todos?
- Tal vez convenga insistir en ese partirse en dos, en tres o en cuatro; unos esperan del zapatismo la guía, respuestas a cosas prácticas; otros, un pronunciamiento político; otros, algo que arranque una sonrisa; otros, algo que sea nuevo. Eso es algo, lo digo honestamente, que cada vez torna más difícil escribir, cada vez se siente más que están escribiendo para agrandar a alguien o algo, y se corre el riesgo de perder la frescura, la que teníamos nosotros antes, cuando escribíamos y al que le gustó, le gustó, y al que no, se chingó (se jodió). Pero las presiones sobre el zapatismo, de las que hablé en la clausura del Encuentro, en cuestiones políticas, también se dan en cuanto al manejo del lenguaje. Qué es lo que se debe decir, qué expresión es machista o sexista, cuál es feminista, y sentimos como que nos empiezan a acorralar. Nosotros no nos alzamos en armas para esto, nosotros queríamos el uso de la palabra y escribíamos por gusto y no queremos perderlo. No queremos hacernos profesionales de la palabra, gente que exista para producir una mercancía, algo para el mercado, aunque ese mercado sea de izquierda, o sea progresista, o sea democrático, lo que sea. Para eso hay computadoras. Se las programa y sale lo que uno quiere.
LO POLÍTICO
- El EZLN ha declarado que no es una vanguardia, que no desea el poder y que su propuesta alternativa es el logro de un espacio democrático de confrontación y consenso, conducente al cambio. La cita no es textual, pero ¿es ésa la idea?
- Nosotros pensamos que, dado el costo social de un movimiento de este tipo, no podemos apostar a repetir el error de despreciar a la sociedad, al pueblo, o al equivalente que quiera usar cada quien para referirse a la mayoría de la población. No se trata de derrocar un gobierno y poner otro, acabar con un sistema social y poner otro sin que la gente pueda opinar sobre ese sistema social. Decimos nosotros que, en lugar de derrocar o destruir un sistema, o derrocar o destruir un gobierno y poner otro, lo que necesitamos es abrir un espacio de lucha política donde la ciudadanía, o la mayoría de la gente, pueda tener participación política y opinar y decidir qué sistema social, qué sistema político, qué gobierno es el que quiere. Nosotros decimos que no importa tanto quién está en el gobierno, sino cuál es la relación de ese gobierno con los gobernados. Nosotros pensamos que ésa es una solución más estable y que goza de una mayor riqueza histórica que el golpe de estado, que una revolución relampagueante o larga, como se quiera, o un desastre económico y político sustituido por otro desastre político y económico. Lo que nosotros no queremos es que al final hagamos las cuentas y digamos "bueno, pues ya luchamos tantos años y estamos igual aunque cambiamos, tumbamos al gobierno y pusimos otro y pasaron tantos años y volvimos a quedar igual, siguen estando la sociedad política por un lado y la sociedad civil por otro". No sólo por otro, sino abajo de esa sociedad política, y sin poder participar en la toma de decisiones; hasta que se harte otra vez y vuelva a nutrir un movimiento pero no ocupe un nuevo espacio y dé lugar a un reacomodo de la sociedad política, siempre arriba, con la sociedad civil abajo, como siempre. Si logramos abrir ese espacio de lucha, vamos a pelearnos pero en un terreno donde todos nos vean, con ciertas reglas en las que estemos todos de acuerdo y en igualdad de condiciones, y ahí sí se verá quién gana, quién puede convencer o ganar a la mayoría de la población para una opción política o para otra. Eso es la democracia, lo que teóricamente debería ser la democracia, y por eso estamos luchando. En ese espacio se podría decidir qué procede, si el capitalismo, si el neoliberalismo, si el socialismo, si el comunismo. Cuando no hay, como no hay, un espacio democrático de confrontación de las propuestas políticas con los afectados, que son los gobernados, no importa qué sistema social impere, tarde o temprano va al fracaso. Con la caída del muro de Berlín, con el derrumbe del campo socialista, lo que se produce no es el fracaso de un sistema social y el triunfo de otro, el fracaso del socialismo y el triunfo del capitalismo; en realidad se trata del fracaso de una forma de hacer política. Pensamos que lo que está fallando es una forma de hacer política, que hay que encontrar una nueva, que no tenemos una puta idea de cómo sea esa forma nueva, pero sí de cómo no debe ser, y que para dar con esa forma nueva necesitamos otras voces y otros pasos. Eso sí lo sabemos. Nosotros decimos que no podemos solos. Decimos que debemos aprender a escuchar y a darle lugar a la palabra de otros y nuestra gente, no sólo la armada, sino todos los zapatista, tiene que aprender también que su palabra tiene un lugar y tiene que pelear ese lugar adentro. A lo mejor surge de ahí una nueva forma de hacer política. Nosotros apostamos a una premisa fundamental: no a la toma del poder, no a los cargos gubernamentales, no a los puestos de elección popular, y vamos a ver qué tipo de políticos produce una organización de esa naturaleza. Suponemos que debe cuando menos provocar desencanto entre los políticos profesionales, que dirán "para qué nos metemos ahí si como quiera no vamos a agarrar hueso". Vamos a ver si nuestro fracaso como izquierda o como movimiento democrático es mayor que el de los que sí se plantean la toma del poder y no logran incorporar a mucha gente en sus filas. Pero nos dicen que si no nos planteamos la toma del poder, nunca se nos sumará el pueblo. Nosotros respondemos "y a ti que sí te planteas la toma del poder, cuándo se te ha sumado el pueblo". Por esa premisa política que escandaliza y -dicen- nos lleva al anarquismo o al oposicionismo porque no nos gusta tener el poder, lo que es cierto, tratan de encajonarnos bajo una etiqueta u otra. Eso nos preocupa menos que resolver el cómo del nuevo quehacer político, sobre todo en la relación entre los zapatistas del EZLN y los zapatista de la sociedad civil, que es donde estamos batallando más. Nos preguntamos en qué momento nos convertimos en militares hablando con políticos, además de acostumbrados a hablar como militares, en qué medida estamos tratando como iguales, en qué grados estamos entrando en un terreno en un terreno que no conocemos y en el que vamos a resbalar y nos tenemos que apoyar en los que ya conocen, que son políticos que tienen su historia, su historia de políticos viejos. Todos esos problemas nos tienen ahorita más desvelados que los movimientos militares. Para nosotros el futuro del EZLN no se definen en términos militares sino en términos políticos. No nos preocupa el enemigo, nos preocupa cómo vamos a definir una nueva relación entre compañeros. Porque de una ofensiva militar nos levantamos; si nos atacan y nos hacen pedazos nos podemos rehacer. Somos expertos en perder y volver a levantarnos, ésa ha sido toda la historia del EZLN. Pero esto de hacer algo nuevo, de encontrarnos en un terreno nuevo, es muy doloroso, muy doloroso, muy doloroso para aquellos con los que nos encontramos y muy doloroso para nosotros también. Es lo más difícil, y si podemos resolver eso, se resuelve el futuro del EZLN. Y no tiene que ver con las armas ni con la guerra. Se trata de una nueva respuesta social que, creo, es la que ha inquietado más a nivel internacional, más que el aparato de las armas o la poesía de los comunicados: es la idea de que sí, que es posible algo nuevo y que es bueno intentarlo. No tenemos nada que perder.
LO MILITAR
- ¿Cuál es para el EZLN la situación militar y política de este momento?
- Desde el punto de vista militar atravesamos la época más difícil del año. Vienen tres meses de estación seca que crean las condiciones óptimas en la selva para una ofensiva grande, en forma y rápida por parte del ejército. En otra época del año es más difícil, hay dificultades para el tránsito terrestre y el apoyo aéreo, para el empleo de masa, como dicen los militares, o sea mucho aparato militar, muchos soldados, la saturación del teatro de operaciones porque siempre se obtiene algo de ese modo. Ése es más o menos el criterio. Un poco tratan de reproducir el esquema de Schwarkzkop en la guerra del Pérsico, el tipo de campaña relámpago de los alemanes durante la segunda guerra mundial. Es decir, piensan que con mucho volumen de fuego, mucho aparato, podrían acabar con el EZLN en cuestión de horas, o días a lo más. Ahora se dan las mejores condiciones climáticas para eso. Desgraciadamente para ellos no se dan las mejores condiciones políticas. Pero esa ofensiva militar se puede producir y o nos preocupa en términos de las fuerzas regulares del EZLN, porque estamos en posiciones de montaña en terreno que dominamos. El problema es otro: lo que nos preocupa es la situación de las comunidades indígenas, porque esa clase de ofensiva con masificación de técnica militar va a cobrar sus principales víctimas entre la población civil. Eso es lo que percibimos y eso es lo que no queremos. Nosotros no podemos perder esta guerra, pero las comunidades, o sea nuestra base de apoyo, va a pagarla. No sólo son nuestra base de apoyo, son nuestros familiares, nuestros papás, nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestro todo, porque la distancia entre las comunidades y el ejército regular zapatista está muy diluida. Y en el aspecto político pienso que la característica más significativa del actual momento político en México es la falta de credibilidad del gobierno. Estamos ante el gobierno más ilegítimo que hayamos tenido en mucho tiempo, incluso más que el de Salinas. En el segundo año de gobierno de Ernesto Zedillo se observa que la gente ya no cree, aunque sea verdad lo que se le diga. Todo lo que venga del gobierno suena a mentira. Cargan con varios crímenes de estado sobre sus espaldas, no los pueden resolver porque ellos mismos están implicados, no pueden aplicar algún tipo de medida y luego justificarla en los medios de comunicación apostando a que la justificación va a ser creíble. Tenemos una crisis económica brutal y ellos reiteran que están dispuestos a ir hasta el final para mantenerla. Esto hace que sea difícil la acción militar, pero también que sea difícil que haya un movimiento social más amplio, más unitario, de respuesta, de alternativa a esa crisis política y económica. La propia crisis económica empuja a cada conjunto a procurar su sobrevivencia y traba la ayuda o el enlace, ya no digamos la coordinación y aun la comunicación entre el EZLN y oros movimientos sociales. Estamos en un impasse que puede ser muy costoso para un lado o para el otro y no se advierte qué es lo que vaya a cambiar el fiel de la balanza, inclinarla en un sentido o en otro.
- ¿Qué tipo de cerco enfrenta el EZLN?
- Los militares han establecido un cerco estratégico sobre todo el Sureste que abarca parte de los estados Campeche y Tabasco y todo Chiapas; su línea exterior cruza Tapachula, Tuxtla, Villa Hermosa y Tenosique. Es como un gran paréntesis que cierra con la frontera con Guatemala. Luego tienen otro cerco interno, al que llaman cerco operativo o del teatro de operaciones, que es donde están las grandes guarniciones, en San Cristóbal de las Casas, Comitán, Ocosingo, Palenque, ciudades todas chiapanecas y unas que están instalando en Marqués de Comillas, en la salida a Guatemala, que es la salida natural de la Selva Lacandona. Y luego tienen los cercos tácticos, es decir, las unidades operativas ubicadas en Guadalupe Tepeyac, la Providencia, San Quintín y La Soledad, siempre en Chiapas, unidades que están dentro de la zona de conflicto, como ellos dicen, en las comunidades. Según se puede ver, ahí tratan de reproducir el esquema de las aldeas estratégicas aplicado en Vietnam por Estados Unidos. Se instalan sus ofensivas sabiendo que la guerrilla no ataca a la población civil. Ése es el esquema general que hemos detectado. Todo esto va acompañado de una labor de inteligencia, no ya para conocer el número de nuestros efectivos y la ubicación de nuestras posiciones, sino para detectar el movimiento del grupo de mando. Calculan que si cortan la cabeza el cuerpo será inútil. Últimamente, digamos que de febrero de 1995 a la fecha, ésa parece ser la apuesta más fuerte del gobierno: el golpe a la dirigencia.
- ¿Por eso habló usted en la inauguración del Encuentro Continental de la existencia de 77 planes de atentados contra el EZLN?
- Conocemos algunos de esos planes. Sabemos de uno que se disfrazaría de atentado civil, o sea unos indígenas matan a la dirigencia zapatista y eso aparece como expresión del descontento de las comunidades, o como una purga interna del EZLN, o como la acción de disidentes. Otra variante propone que el asesinato de la dirigencia aparezca como un ajuste de cuentas por parte de los finqueros (propietarios de tierras). Otra, como consecuencia de una resistencia a un operativo policial, eso de que "los tuvimos que matar porque si no, nos mataban ellos". En esos planes están insistiendo más últimamente. Llegamos a detectar y parar a tiempo un atentado que venía disfrazado de problema interno.