El Partido de la Refundación Comunista de Italia se concibe a sí mismo como partido-movimiento. Su surgimiento es síntoma del cambio de perspectivas y prácticas emanado de la revolución cultural que acompaña, y en cierta medida provoca, la crisis del fordismo y de la visión unidimensional y unilineal del mundo.
Por estas razones, Refundación es un espacio de contradicción y debate permanentes. Si bien ha arriesgado nuevas maneras de asumir las funciones de gobierno, no deja de formar parte de un sistema político que, pretendiendo ser representativo, es negado de manera creciente por amplios sectores de la población. La ilegitimidad y obsolescencia de este sistema político, que se expresa en el "que se vayan todos" argentino, apunta al vaciamiento de sentido de los partidos, y si bien una parte del movimiento social se mantiene a medio camino entre estas dos maneras de entender lo político y de actuar políticamente, tiende a crear las condiciones de construcción de una sociedad nueva en la que las concepciones y formas de relación y gestión política tendrán que ser diferentes.
Refundación tiene este debate en el origen y se ha constituido en uno de los sujetos centrales de la resistencia en Italia. De modo paradójico, su praxis contribuye a la corrosión de las viejas formas organizativas de la clase, a la redefinición misma de clase y a la creación de caminos para la construcción de "un mundo en el que quepan todos los mundos" propuesta por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Su cercanía con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional desde los primeros días del alzamiento revela el germen subversivo contenido ya en Refundación, pero al mismo tiempo confronta su práctica organizativa. En estos diez años se ha mantenido un diálogo con el zapatismo que ciertamente ha repercutido en su proceso de revolucionamiento interno. "Preguntando caminamos" puede ser una metáfora extensiva al proceso de Refundación, sin dejar de reconocer lo complicado o contradictorio que resulta tener a la vez vocación de movimiento y de partido, vocación rebelde y revolucionaria, en el sentido otorgado a estas categorías por el Subcomandante Insurgente Marcos.
Alfio Nicotra ha sido durante largo tiempo el responsable de las relaciones con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y es hoy el representante de Refundación ante el Foro Social Europeo. Es uno de los miembros de Refundación Comunista más comprometidos con el movimiento social en general y portador de la experiencia de relación con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, las comunidades zapatistas y los zapatistas de otros espacios.
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Chiapas: A diez años del levantamiento, nos parece muy enriquecedor entender cómo un movimiento proveniente del mundo indígena, con reivindicaciones locales en principio, tiene impacto en una realidad tan diferente a la indígena y a la mexicana, a veces incluso mayor al que tiene en algunos sectores de la población mexicana. En Italia, y en general en Europa, el zapatismo ha contribuido a repensar las relaciones sociales y el sentido del llamado "progreso", a modificar las costumbres políticas y a desatar una inconformidad reprimida, propiciando movilizaciones y cuestionamientos. Siendo Refundación Comunista un partido político, el único que claramente expresa su cercanía con los zapatistas, a nosotros nos interesa saber cómo reciben sus propuestas, cómo entienden su discurso y cómo enfrentan su desafío. La concepción que ustedes tienen de su ubicación a medio camino entre los movimientos sociales y el sistema político institucional y su interés por mantener una relación orgánica con los movimientos sociales, ¿es de algún modo producto del zapatismo o era algo anterior y eso es lo que permitió el acercamiento entre ambos?
Alfio: En primer lugar para entender el éxito del zapatismo en Italia es fundamental regresar con el pensamiento a 1994 y recordar lo que pasaba en la izquierda italiana. Era un periodo difícil para la izquierda y para el movimiento de los trabajadores porque el partido comunista -que representaba la corriente dominante en la izquierda- tenía un pensamiento de "después de la caída del muro de Berlín" y del "fracaso del socialismo real". Todo el mundo hablaba del capitalismo como el fin de la historia y de que no era posible construir una alternativa, que toda la izquierda necesitaba encauzarse en la socialdemocracia, e incluso en el liberalismo social. En este contexto, la sorpresa del levantamiento zapatista tiene un efecto importantísimo porque el 1° de enero de 1994 abre justo una nueva puerta para la historia: no estaba terminada con la caída del muro de Berlín, y la lucha de los presos, la lucha por la liberación, por la libertad, por una sociedad más justa estaba de nuevo en camino. Esto es fundamental. Los zapatistas enseñaron a la izquierda europea que era posible la resistencia, que era posible la rebelión después de la caída del muro de Berlín, pero que necesitábamos reconstruir -refundar- la izquierda, la liberación y la organización política sobre la base de una idea diferente.
En Italia, nosotros de inmediato intuimos la novedad política de los zapatistas porque aunque era una lucha de resistencia local escuchamos palabras que hablaban a todo el mundo; teníamos juntas la lucha local y la de resistencia contra el neoliberalismo. Había por vez primera un análisis muy claro de la globalización neoliberal y de la comprensión de que la resistencia propia puede tener éxito solamente si se une a otras.
Y llegamos rápido a Chiapas para descubrir lo que estaba pasando con muchas ganas de entenderlo. Nuestra afinidad cultural con los zapatistas, que tienen un pensamiento no dogmático, radical pero no minoritario, fue también una sorpresa que permitía romper un tabú de la izquierda, que era la idea militarista de la insurrección por el poder. ¡Un ejército que pide disolverse a sí mismo! Este componente antimilitarista no estaba en la guerrilla antes, tampoco en la cultura de la izquierda europea, ni la ubicación de la paz como cuestión estratégica de la edificación de un nuevo sistema de relaciones entre los pueblos, entre los hombres y las mujeres.
Y participamos rápidamente en Chiapas en el proceso de paz como observadores, y construimos una relación muy estrecha con los comandantes zapatistas que culminó en el encuentro en la selva Lacandona entre Fausto Bertinotti y el subcomandante Marcos, que sigue hasta ahora. También hoy, después de la Marcha del Color de la Tierra, vamos a trabajar, espero, juntos, en la cuestión de la OMC en Cancún.
Pero respecto a la pregunta sobre cómo es posible que una formación política tradicional del movimiento obrero europeo, que tiene presencia institucional, pueda encontrar sentido en trabajar con la misma actitud de los zapatistas, claro, vamos a probarlo, no siempre es posible, pero constituye una experiencia importante que está en el corazón de nuestra existencia: la refundación. Después de la caída del muro de Berlín, después del fracaso de una imposición cultural del partido guía, del partido de Estado, construimos una idea diferente de organización política y también de socialismo, de comunismo; nosotros hablamos de un regreso a Marx, a la idea original de la construcción del nuevo movimiento obrero porque la globalización comportó una revolución capitalista muy fuerte y nada está como antes; necesitamos un nuevo movimiento obrero, un movimiento obrero global; el movimiento que en Italia se llama no global, antiglobalización o contraglobalización, es la novedad más importante en este sentido y fue el zapatismo quien abrió la carretera, el rumbo de esto. Es fundamental porque fue una escuela para nosotros; en el primer y segundo Encuentro Intercontinental Intergaláctico hubo una intuición de que los movimientos tenían que marchar en esa dirección en un momento en que no estaban muy fuertes; ahora, después de Génova, después del Foro Social de Florencia, de Porto Alegre, ya están naciendo árboles en todo el mundo de la semilla del zapatismo, ahora no hay rincón del mundo donde no haya un grupo, una asociación o una formación política que habla de otro mundo posible; es una nueva esperanza de la humanidad y en esto creo que somos deudores del zapatismo por haber tenido abierta esta perspectiva de rebeldía y al mismo tiempo de fundación de otra idea de sociedad, de otro modo de entender la política.
Chiapas: Hace diez años, tú bien decías, en 1994, estábamos en el fin de la historia y el zapatismo surge como casi la única opción o la ruptura que nos permite pensar que todavía había futuro para la humanidad. ¿Pero diez años después? En ese momento los movimientos estaban decayendo pero hoy ya no, de algún modo el zapatismo sirvió para eso.
Alfio: Sí, en 94 estaban muchos en fracaso total.
Chiapas: Pero hoy ya no, y aquel movimiento que era casi único en 94 hoy está rodeado por muchísimos movimientos nuevos. En América Latina se observa que casi en cada país ha ido emergiendo la lucha y hay muchas insurgencias muy interesantes, en Europa tenemos este gran movimiento antiglobalización que se ha ido conformando...
Y estos movimientos tienen ya su propia dinámica, su propia lógica, ¿cómo entra el zapatismo en este contexto? Es decir, ya no es ese movimiento único y la relación puede ser un poco complicada porque tampoco queremos movimientos guía -si no queremos partido guía no queremos movimientos guía-, "no queremos vanguardias" dicen los zapatistas; en el momento en que aflora toda la lucha antiglobalización aquí, ¿tú sientes que se mantiene un vínculo fuerte con el zapatismo?, ¿en qué sentido sí y cómo este movimiento antiglobalización está construyéndose sobre una idea propia?
Alfio: En primer lugar es importante entender que hay dos fases del movimiento antiglobalización. La primera cuando éste se organiza como acto testimonial: en Seattle, por ejemplo, donde no había un movimiento masivo sino uno testimonial, había también una idea antineoliberal, pero restringida a los militantes más activos. En la segunda fase, que es la actual, los zapatistas también son responsables porque el paso al movimiento masivo está marcado por la Marcha del Color de la Tierra, que es dos meses antes de Génova... Los millones de personas en la calle en México fueron muy importantes para que en Génova se arribe a un movimiento finalmente masivo. Después vino el éxito del Foro Social de Florencia, seguido por la increíble movilización contra la guerra no sólo en Europa sino en Latinoamérica y en Australia. Con la manifestación multitudinaria del 15 de febrero el New York Times habló de una segunda superpotencia: la del movimiento por la paz.
Sin embargo, la decisión de mantenerse en silencio luego de la traición a los acuerdos de San Andrés, con la ley constitucional aprobada por el Congreso, aunque la entendemos y respetamos porque conocemos bien las razones, cortó la comunicación. Lo que no se cortó fue la comunicación entre nuestros corazones, entre el corazón de los movimientos que salen a la calle en Europa y los zapatistas que regresaban a su selva para hablar, para discutir la nueva estrategia contra una guerra de baja intensidad de carácter diferente a la anterior.
Me parece que hoy la decisión del EZLN se encamina a tomar de nueva cuenta la palabra sobre el carácter internacional de la lucha antiglobalización, porque creo que entiende bien que este movimiento es fundamental también para ellos. Nuestra esperanza es que lleguen muchísimas delegaciones del movimiento en septiembre rumbo a Cancún, y ésta es una ocasión formidable para volver a encontrar al zapatismo; tenemos la esperanza porque ahí se tomarán decisiones por parte de las transnacionales y los gobiernos más poderosos que tendrán repercusiones decisivas sobre nuestras vidas y nuestro futuro.
Chiapas: Puesto que tú eres un activo participante en los foros y movilizaciones altermundistas, ¿cómo ves que los zapatistas no hayan participado en el Foro Social Mundial de Porto Alegre?
Alfio: Creo que los zapatistas tuvieron algunas dudas legítimas, sobre todo si se considera la historia de la izquierda latinoamericana, incluida la izquierda revolucionaria, que a pesar de sus intenciones transformadoras y sus esperanzas, terminó integrándose en proyectos compatibles con el sistema, en simples conversiones institucionales o parlamentarias, traicionando las expectativas populares, de organización de base, como en Nicaragua o El Salvador. Esta diferencia yo la entiendo bien, es comprensible.
No obstante, creo que los zapatistas, aun no involucrándose directamente, escucharon lo que sucedió en Porto Alegre y también percibieron que en el interior del Foro Social Mundial no hay una posición única, un pensamiento único. Hay posiciones muy distintas. Por ejemplo, en los tres Foros la sesión dedicada a Chiapas y la experiencia zapatista, donde había expertos y periodistas, se realizó siempre con mucha gente, con mucha atención y simpatía de los delegados por la cuestión zapatista. Yo creo que el Foro Social Americano, en Quito, con las experiencias de los indígenas de la región, con la dinámica política reciente de Ecuador a partir de las expectativas de los movimientos de base y de la traición de Lucio Gutiérrez, de que los movimientos sociales no le retiran su apoyo, no sé si los zapatistas tengan la misma visión pero puede ser un punto de encuentro donde el zapatismo podría tener un protagonismo y una presencia más fuerte. Yo creo que los zapatistas tienen necesidad de entrar en relaciones con lo que está pasando en el movimiento antiglobalización y nosotros tenemos necesidad de que los zapatistas se adentren en este movimiento para que la experiencia de los foros sociales no se institucionalice. Tenemos necesidad de sangre nueva, de nuevas ideas dentro de este proceso; es una condición fundamental para caminar hacia adelante.
Chiapas: El mundo ha transitado hacia una fase explícita de guerra; la carrera bélica está otra vez en su línea de ascenso y el zapatismo es un movimiento que se opone a la guerra, en sus fundamentos está justamente el no hacer la guerra. ¿Cómo ves tú esa estrategia en este momento? ¿Pensarías que es el momento de replantearse esta idea y pasar a una fase militar en la lucha, o que el camino de desmontar la guerra en el que ellos están es el indicado, a pesar de que los grandes poderes -tanto las empresas transnacionales como el Estado estadounidense y los otros- concentran cada día mayores capacidades y recursos?
Alfio: Claro que en cada país hay una situación diferente, no existe una realidad única ni una receta única, pero creo que la guerra preventiva, la guerra que revela el carácter autoritario y bárbaro de esta globalización, es un intento del gobierno de la globalización por tutelar a las multinacionales, la minoría que tiene hoy en sus manos -privadas- una riqueza infinita. Era inimaginable en la historia humana que una minoría tan pequeña tuviera en sus manos una riqueza equivalente a la totalidad del producto interno bruto de un continente inmenso como es el africano; la injusticia global nunca ha sido tan grande en la historia humana.
En la guerra y en la construcción de la alternativa a la guerra nosotros no debemos aparecer como nuestro enemigo: si el enemigo impone la guerra nosotros vamos a construir la paz; la paz no es simplemente ausencia de guerra sino la construcción de un sistema de justicia, de justicia social, de libertad, de participación y democracia... Nosotros tenemos que construir una alternativa en la sociedad antes que en la política, y en vez de plantear el problema del poder tenemos que dislocarlo por lo bajo, para que en la comunidad y en los barrios se puedan tomar decisiones de la propia vida. Esta globalización, como un proceso de concentración del poder hacia lo alto, expropió a millones de personas de la posibilidad de decidir su propio destino y el movimiento hoy genera nuevas ganas de participar políticamente, hay un nuevo protagonismo democrático que necesita tiempo para construirse pero que está caminando en esa dirección. En Europa hablamos, en particular después de lo sucedido en Génova, de la necesidad de emprender no a nivel ideológico sino político el rumbo de la no violencia, que es diferente que sólo rechazar la violencia; de construir una forma de resistencia participativa, de rebelión, en la cabeza de la gente y en su participación política personal antes que nada. Claro que es una salida de no violencia de tipo político, no de tipo ideológico -ninguno de nosotros es Gandhi-, porque vamos a construir también en la forma de la lucha una idea de sociedad alternativa; los poderosos imponen la violencia, nosotros vamos a construir otra cosa. Es complicado porque hay muchas represiones. Hay sectores -yo los llamo así- primitivos, minoritarios, que exaltan la violencia por la violencia simplemente sin plantearse construir nada, sino sólo participar en las manifestaciones destruyendo; pero al mismo tiempo no podemos dejar de desarrollar una posición de participación activa. Está ahí la experiencia de la desobediencia civil, que en Italia nace de los compañeros que trabajaron con el zapatismo y que tienen una postura radical. Durante la preparación de la guerra de Irak nosotros, los desobedientes, organizamos lo que se llama el tren stopping: cuando las armas y los medios militares intentaban ser trasladados en el ferrocarril de una base militar al puerto, organizamos el bloqueo de la red de tránsito con los trabajadores, con los desobedientes que son pacifistas tradicionales participando en esta experiencia de oposición directa; claro que la policía golpeaba, pero esta operación política tenía mucho consenso entre la población, eran operaciones muy fuertes, porque enfrentamos a la policía pero sabiendo que todo el mundo nos otorgaba la razón porque era para parar la guerra criminal: contra la guerra criminal era necesario enfrentar a la policía.
La gente tiene al menos admiración por el que se opone con su cuerpo al desarrollo de la guerra. Yo no creo que el movimiento contra la guerra esté derrotado porque no paró la guerra como algunos afirman; no la detuvo concretamente pero ha parado la guerra en la conciencia de millones de personas, esto es fundamental; antes no era así, el pensamiento único y también la legitimidad de la guerra tenían un consenso amplísimo en la sociedad. Ahora inicia una resistencia cultural en toda Italia; formalmente ya terminó la guerra -no la guerra continua e infinita sino el episodio de invasión a Irak- y en todos lados en Italia permanecen las banderas del arcoíris, símbolo de la lucha por la paz. Este método de participación que dice "ya basta", "not in my name" es fundamental; creo que recupera alguna cosa de los zapatistas en esto de decir "se terminó nuestra paciencia, si hacen la guerra no la podrán hacer en nuestro nombre", es un poco el ya basta zapatista.
Chiapas: ¿El "ya basta" zapatista es equivalente al "no a la guerra" hoy?
Alfio: Sí, claro, porque como dice el subcomandante Marcos no se trata de una guerra tan sólo militar, sino que es una guerra económica, cultural, social y nosotros no olvidamos que no está simplemente el misil cruise o la bomba cluster sino también la bomba económica, la bomba financiera; que la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional cuando hacen sus reuniones toman decisiones con la misma desenvoltura que los generales del Pentágono cuando oprimen el botón para enviar el misil, porque el programa de ajuste estructural tiene consecuencias sobre la población más destructivas que una guerra real, tiene muertos, heridos, desaparecidos, nueva pobreza... Por ello, pensamos que el movimiento contra la guerra debe convertirse en un movimiento contra la guerra social, económica, estar junto con el movimiento antiglobalización.
Chiapas: ¿Cómo caracterizarías rápidamente los principales desafíos del actual movimiento emancipatorio?
Alfio: El movimiento ahora tiene muchas potencialidades, el lado positivo supera con creces los negativos pero hay un claro riesgo de burocratización; por el momento encontramos por fortuna un antídoto natural: que las movilizaciones son más grandes que los grupos dirigentes o autoprogramados. Cuando organizamos el Foro Social de Florencia nunca pensamos en 60 mil delegados, en un millón de personas en la calle, ninguno de los dirigentes tenía la mínima certeza de lo que estaba pasando, eso es importante porque existe una radicalidad en la sociedad que es un buen antídoto contra la tentativa de reducir su politicidad tan sólo a su interés, pero el riesgo está siempre presente.
Si no tenemos más la curiosidad de conocer, de aprender, si no tenemos la suficiente humildad al relacionarnos con los otros estaremos en franco peligro. El crecimiento del movimiento es uno de los desafíos porque creo que no se puede pensar -como algún sector lo está haciendo- que un movimiento tan grande se corrompe porque no hay manera de mantener dentro de él formas democráticas de participación, a menos que renunciemos de inmediato a cambiar el mundo.
Esta discusión está dentro de la lucha y la construcción del movimiento, y ahí el zapatismo tiene mucho que aportar.
Milán, junio de 2003