¿De dónde venimos nosotros, los Sin Papeles de Saint Bernard? Es una pregunta que se nos hace a menudo y que es pertinente. Nosotros mismos no nos dimos cuenta de inmediato de su interés pero, desde el momento en que nos interrogamos al respecto, la respuesta fue muy esclarecedora: todos somos originarios de las antiguas colonias francesas; sobre todo de países de África occidental entre los cuales destacan Mali, Senegal, Guinea y Mauritania. Entre nosotros hay también algunos magrebinos (tunecinos, marroquíes y argelinos), un zaireño y una pareja de haitianos.
No es entonces casualidad que nos hayamos encontrado en Francia: nuestros países han mantenido relaciones con Francia durante siglos. Entre nosotros hay muchos saninké[1] y se dice a menudo que los saninké "son un pueblo viajero". Es un gran pueblo que se agrupó en el Imperio de Mali y que fue dividido entre cinco y seis países diferentes: acaso ésta es la razón que explica que experimenten constantemente la necesidad de ir más allá de las fronteras. Y por supuesto, cuando se trata de expatriarnos, en la mayoría de los casos para encontrar trabajo, es normal que nuestras miradas se vuelvan hacia Francia: es el país que conocemos, del que hemos aprendido la lengua, del cual hemos, en alguna medida, asimilado la cultura.
El tiempo del neocolonialismo
Hemos escuchado, incluso de parte del gobierno francés, que la solución sería extirpar de raíz las razones de la inmigración, es decir, ayudar a los países en vías de desarrollo a fin de hacer posible que las personas encuentren en su propio país el trabajo que necesitan. Ésta es una buena idea. Pero no es en absoluto lo que Francia hace en África. Los gobiernos de Francia jamás han buscado verdaderamente que sus excolonias lleguen a ser realmente independientes; por el contrario, Francia ha aplicado formas más sutiles de dominación y de explotación. En Senegal, las inversiones francesas no se realizan en los sectores que se deberían promover y desarrollar, sino en aquellos que ya son rentables: las conservas de pescado de Tatar pertenecen a franceses; France Telecom y EDF-GDF (Electricidad y Gas de Francia) invierten también en los sectores con altas tasas de rentabilidad.
En el fondo están las políticas de ajuste estructural que estrangulan poco a poco a nuestros países: se nos presta dinero a condición de que nos sumerjamos en el modelo occidental y neoliberal de desarrollo. Por supuesto, no funciona; poco a poco nuestros países se ven considerablemente endeudados. Y los gobiernos no pueden a la vez reembolsar los intereses de la deuda y financiar, por poco que tengan la intención, una política de desarrollo.
Y repito, por poco que tengan la intención. En efecto, es cierto que existen dirigentes africanos corrompidos que desvían el dinero de la ayuda y se retacan con ella los bolsillos. Simplemente, es preciso añadir que lo hacen a la vista y con el conocimiento de sus consejeros franceses, es decir con su complicidad. Son, de alguna manera, las pequeñas propinas por sus "buenos y leales servicios".
Porque Francia nunca ha dejado de estar presente, de aconsejar a los dirigentes africanos, de sugerirles las políticas que deben aplicar. Desde hace décadas vivimos en una situación neocolonial, usurpando el nombre de "países independientes".
No es gratuito que exista aún una base militar en Dakar y otra en Gabón. Fue el ejército francés el que, hace algunos meses, sometió los motines de Bengui. Es preciso decir que más allá del periodo colonial Francia tiene una sólida tradición en la materia. Se encargó de reprimir el movimiento de revuelta de la juventud y de los sindicatos en mayo de 1968. Éste es un episodio poco conocido en Francia, pero nuestro movimiento de mayo en Senegal duró cinco meses, de febrero a junio. Y si el ejército francés no hubiese intervenido probablemente el poder habría sido derribado bajo la presión combinada de la Unión Nacional de Trabajadores Senegaleses y del movimiento de la juventud. El ejército francés no se ocupa para nada de "acabar [con] la raíz de las causas de la inmigración". ¡Está ahí para proteger intereses económicos muy concretos, que son a la vez los del neocolonialismo francés y los de las burguesías africanas!
Democracia y autonomía
La lucha nos ha enseñado muchísimas cosas. Nos enseñó en principio a ser autónomos. Ello nunca ha sido sencillo. Hubo asociaciones que vinieron para apoyarnos pues tenían la costumbre de ayudar a los inmigrantes en lucha. Tenían también la costumbre de establecer el vínculo entre los inmigrantes en lucha y los poderes públicos y, de hecho, de dirigir más o menos la lucha. Se nos decía: "Bueno, nosotros, la asociación, hemos hecho una cita para explicar esto o aquello", y entonces era necesario que les dijéramos: "Pero si nosotros mismos lo podemos explicar muy bien". El reflejo (la reacción espontánea) no es hacer autónomas a las gentes sino hablar en su lugar.
Si nosotros no hubiéramos obtenido nuestra autonomía no estaríamos aquí ahora, dado que fueron muy numerosas las asociaciones que nos explicaban que nunca lograríamos ganar, que no tendríamos éxito en la batalla de la opinión pública, pues la gente no estaba lista para escuchar nuestro discurso.
Hoy día vemos los resultados: desde Act UP (asociación de lucha contra el sida) hasta el Festival de Cine de Douarnenez, hemos ganado un respaldo extremadamente diverso, incluyendo los lugares más recónditos de Francia. Poco a poco, mucha gente ha comprendido que nuestra lucha plantea cuestiones que van más allá de la "regularización de los Sin Papeles". Paulatinamente han ido surgiendo nuevas cuestiones: "¿Está usted de acuerdo en vivir en una Francia donde los derechos fundamentales del ser humano son pisoteados?" "¿Está usted de acuerdo en vivir en una Francia donde las libertades democráticas no son respetadas?"
Y aprendimos que si realmente queríamos ser autónomos era preciso que aprendiésemos la democracia. Era preciso que nosotros mismos tomásemos nuestras decisiones, que ellas fueran realmente nuestra representación y que no pudiesen ser puestas en duda desde el exterior. Era preciso que nosotros respetásemos esas decisiones y que en consecuencia aprendiésemos a hacerlas respetar y a aplicarlas nosotros mismos. Lo aprendimos en seis meses y sin la lucha no lo habríamos aprendido en diez años.
Esto no fue sencillo. Al inicio no era evidente que se debían realizar asambleas generales, tampoco que las mujeres debían participar en ellas, ni en el nombramiento de delegados. Tomemos por ejemplo el papel de las familias, que la prensa ha contribuido a destacar. Al principio, cuando las "familias" se reunían, eran sobre todo los "jefes de familia" quienes tendían a expresarse. Había un "espíritu de jefe", como el jefe del cantón o el del pueblo en África.
Actualmente la referencia a "las familias" se ha transformado en la referencia a "la familia", la familia africana muy ampliada, elástica... Pero incluso en esta etapa se mantenían los problemas anteriores. Por ejemplo, en un momento dado hubo la proposición de elegir un presidente. De hecho, la idea era que nos diéramos un "jefe de familia", un hombre por supuesto, quien estaría situado por encima del colegio de los delegados y a quien se le otorgarían todos los poderes. Afortunadamente esto no se realizó.
Elegimos así delegados. En un inicio, habíamos nombrado diez. Actualmente sólo somos cinco. Cada vez que hay un problema se realiza una asamblea general y sucede que los Sin Papeles dicen: no queremos más a tal o tal otro delegado, él no hace su trabajo. Así, de los diez delegados elegidos al iniciar el movimiento sólo quedamos cinco: todos los otros han sido relevados paulatinamente. Y en la última asamblea general, la gente ha dicho que quería sólo cinco delegados, que ello bastaba ya que, de todas formas, eran los únicos que trabajaban.
El papel de las mujeres
En esta lucha, las mujeres han jugado un papel sumamente importante. Y eso no era fácil pues al principio parecía un hecho que las mujeres no participarían en la asamblea general: ¡no era necesario ya que los maridos estaban ahí! Ellas no sólo no tenían derecho a intervenir sino que ni siquiera a escuchar lo que se decía en la asamblea general.
Dos o tres mujeres comenzaron a imponer su presencia en las asambleas generales. Después comenzaron a intervenir. En un tercer momento, tuvieron lugar reuniones entre mujeres. Entonces, los hombres estaban realmente perplejos; nos veían como si estuviéramos urdiendo, tramando, organizando un complot. Merodeaban por las reuniones para tratar de saber lo que ahí se decía. Y de hecho, esas reuniones dieron una gran fuerza a las mujeres y les permitieron jugar un papel importante en la conducción de la lucha.
Cuando estábamos en el distrito XV, en el Socorro Católico, y el cura de SOS-Racisme nos hizo la proposición de entregar nuestros expedientes en el Ministerio del Interior y regresar a nuestras casas, los hombres estaban dispuestos a hacerlo pues tenían confianza en el cura. Fueron las mujeres quienes se negaron. Ellas decidieron que no regresarían a sus casas y me encomendaron encontrar un local. Yo conseguí una posibilidad de alojamiento en la Casa de las Mujeres,[2] pero no era mixta, sólo era posible alojar a las mujeres. Ellas no lo pensaron demasiado. Ya que ustedes quieren regresar a casa, dijeron a los hombres, nosotras tomamos nuestras cosas y vamos a instalarnos a la Casa de las Mujeres. Entonces los hombres nos dijeron que entre tanto habían pensado, que era preciso permanecer juntos y que ellos iban a encontrar un local suficientemente grande para todos.
De hecho, cada vez que el movimiento se sofocaba, las mujeres se reunían y sabían encontrar iniciativas que permitían relanzar la lucha. Hubo así la marcha de mujeres del 11 de mayo, en el momento en que estábamos en Pajol[3] y cuando ningún medio hablaba ya de la lucha. Esta marcha desbloqueó la situación con la prensa. El 25 de junio las mujeres, sin prevenir a nadie, ocuparon la alcaldía del distrito XVIII de París: no fue por azar que al día siguiente el Ministerio del Interior nos diera los primeros resultados sobre los expedientes que habíamos entregado.
Es preciso decir que la combatividad de las mujeres tiene una larga historia en Senegal. A menudo se relata la lucha de las mujeres de los ferrocarrileros de Thiès cuando en 1947 un conflicto enfrentó a los ferrocarrileros de Dakar-Níger[4] contra la administración colonial. La huelga fue duramente reprimida y muchos ferrocarrileros fueron encarcelados en la prisión civil de Dakar. Las mujeres de los ferrocarrileros, malianas y senegalesas, organizaron entonces una marcha de Thiès a Dakar para exigir la liberación de los ferrocarrileros presos. Del mismo modo, fueron las mujeres senegalesas quienes impulsaron ampliamente las protestas contra el fraude electoral en 1988. Durante tres meses, de febrero a junio, hubo manifestaciones casi cotidianas. Se creó una Coordinación Nacional de mujeres de la oposición y fue esta Coordinación la que lanzó la mayor parte de las iniciativas, la que organizó la mayoría de las manifestaciones.
De hecho, las mujeres senegalesas tienen no sólo tradiciones de lucha sino también la tradición de la autoorganización. Ello está ligado un poco a la educación que recibimos: en tanto que mujeres estamos habituadas a arreglárnoslas solas desde muy pronto, porque en nuestro país es la mujer quien maneja el hogar, quien administra la gran concesión.[5] Las niñas pequeñas, desde los ocho años, se ocupan de sus hermanos menores, van al mercado, cocinan y tienen un papel muy importante para tejer los lazos con las otras familias de la concesión.
La portavoz y el celular
Cuando fui arrestada, después que los policías habían invadido Saint Bernard (una iglesia), dos sucesos me parecieron significativos. El primero, la manera en la que fui desnudada por dos mujeres policías, delante de mi hija. Es claro que el objetivo que tenían era el de humillarme, de hacer que me desmoronase. Así, me desnudé bajo sarcasmos y bromas más o menos dudosas: "ya no se hace la lista la vocera" o, también, "un brassier se pone al derecho y no al revés" (cuestión en la que un hombre no hubiera pensado). Sin embargo, la naturaleza de las burlas, de los sarcasmos y de las provocaciones habla también de la presencia de espíritu de la policía: "¡Ah! ¡Ah! La vocera ya no tiene su celular". El celular se había convertido en el símbolo de la modernidad, al cual por supuesto, en tanto extranjera, africana, negra, negrilla, yo no tenía derecho: "¡Se acaban de bajar de los árboles y ya tienen celulares en sus manos!"
El segundo evento significativo es que fui inmediatamente presentada a los tribunales, aun cuando contaba con un permiso de estancia en Francia perfectamente válido. Se trataba de una nueva tentativa de reventar el símbolo que representaba una mujer africana, elegida como vocera por sus camaradas de lucha. Y para lograrlo ellos estaban dispuestos a muchas transgresiones: no respetaron las leyes que tanto les gusta invocar.
Durante este periodo tuvimos que reafirmar muchas identidades. Por ejemplo, nuestra identidad como trabajadores. Así, insistimos en realizar nuestra conferencia de prensa posterior al desalojo de Saint Bernard en la Bourse du Travail (local sindical), con el fin de dejar muy claro que nosotros no sólo somos extranjeros sino que somos también trabajadores, hombres y mujeres que trabajan en Francia. El objetivo de los ataques en contra nuestra es, por supuesto, el de precarizarnos (volvernos trabajadores precarios). Pero no somos los únicos amenazados por la precarización: muchos trabajadores franceses están también en esa situación. Nosotros insistimos en subrayar, con el lugar de la conferencia, esta "comunidad social de destino". Es preciso añadir que actualmente nuestras relaciones con las organizaciones sindicales son muy buenas. Se ha organizado un sistema de "apadrinamiento": los Sin Papeles de Saint Bernard han sido repartidos entre las organizaciones sindicales que los toman a su cargo y los invitan a expresarse en las empresas. Desde nuestra visión, este involucramiento de las organizaciones sindicales es fundamental para la lucha.
Tomamos conciencia también de la importancia de nuestra lucha a través de la solidaridad que encontramos de inmediato en nuestros países.[6] Nosotros pensamos que la lucha realizada en Senegal o en otras partes contra los planes de ajuste estructural y la lucha que realizamos aquí son una y la misma. A siete mil kilómetros de distancia no es fácil coordinarse, pero es necesario que nos preocupemos de manera constante por unir nuestros respectivos combates.
Integrarse, respetarse
En Francia, hasta ahora, estábamos confrontados a dos destinos de la inmigración: o bien participar en el proceso de integración republicana o bien ser candidato a la expulsión. En el centro de esta visión estaba la idea de "clandestinidad" que transmite una carga negativa muy fuerte. Clandestino es aquel que se esconde, que se disimula, y si se disimula puede ser que a fin de cuentas tenga algo que esconder. El francés que dice todo el tiempo que se debe luchar contra los clandestinos, la inmigración clandestina, etcétera, tiene siempre a su lado un amigo inmigrado al cual conoce desde hace tiempo. El inmigrante que es rechazado es también el inmigrante que no es conocido. Nosotros nos hemos mostrado para decir "aquí estamos", para decir que no somos clandestinos sino simplemente seres humanos. Estamos aquí y desde hace mucho tiempo. Vivimos y trabajamos en este país desde hace varios años, pagamos impuestos y contribuciones. En los expedientes de las gentes de Saint Bernard hay comprobantes de pago (de salarios), declaraciones de impuestos, los títulos de estadía anteriores. También están los pasaportes y las visas emitidas por los consulados (franceses) de nuestros países de origen.
Al inicio de nuestra lucha, se intentó hacernos caer en la categoría de clandestinos, pero ello no es posible: las autoridades francesas nos conocen desde hace mucho tiempo. Actualmente tenemos el sentimiento de que avanzamos un paso: los medios de comunicación no hablan ya de clandestinos sino de "sin papeles". El hecho de que se nos haya visto en la televisión, que hayamos podido expresarnos en la prensa escrita, creo que ha ayudado a hacer ver que nosotros estábamos aquí desde hace muchos años, que no hemos matado a nadie y que demandamos simplemente el papelito al que tenemos derecho para poder vivir decentemente.
Desde mi punto de vista, nuestra lucha dice igualmente un cierto número de cosas sobre la oposición entre el modelo de la "integración republicana" y el modelo que privilegia el respeto de las culturas de origen. Creo que hemos comprendido, y acaso hemos hecho comprender, que no se trata de oponer estos dos modelos sino de encontrar un equilibrio entre ellos. En mi caso, yo lo he comprendido al reflexionar sobre mis orígenes, sobre la cultura de mi etnia. Soy de una etnia sérère, mi nombre es típicamente oualof[7] y es un nombre tiado. En África, la mayoría de los nombres son cristianos o musulmanes. Cuando se es cristiano, uno se llama Paul o Jean, y cuando se es musulmán, uno se llama Alí o Mohamed. Un nombre tiado es el nombre de alguien que no es ni cristiano ni musulmán. Nosotros hemos resistido a todos los intentos de conversión, así sean del cristianismo o del Islam. Nuestra resistencia es a tal punto legendaria que si un sérère dice a un peul o a un toucouleur[8] que él (el sérère) es musulmán, tendrá respuestas de escepticismo del tipo: "Sí, cómo no, el Islam de los sérères, ¡eh!" En síntesis, somos recalcitrantes, pero nuestra situación nos ha enseñado a vivir en el pluralismo.
Cuando uno desea vivir en un país, existe un mínimo no sólo de reglas que respetar sino de esfuerzos por hacer: aprender el idioma, insertarse en el tejido social y asociativo del país, o para los niños no contentarse con las estructuras comunitarias de escolarización sino ir a la escuela pública del país donde viven y trabajan los padres. Por otra parte, es preciso que en el país de recepción haya un mínimo de respeto a las culturas de origen de los inmigrantes. Nadie obliga a los franceses que se instalan por un tiempo largo en Senegal a vestirse como se visten los senegaleses. Y no porque vivimos en un país donde las mujeres usan por su gusto pantalones es necesario decretar que las mujeres que utilizan pagne (especie de túnica) y pañuelo no pueden integrarse. Se precisa, en suma, que ambas partes realicen un mínimo esfuerzo: un mínimo de voluntad de integración, un mínimo de respeto a las culturas de origen. A partir del momento en que esos dos puntos de apoyo quedan firmemente establecidos, cada cual puede construir su equilibrio: éste no será del mismo tipo para todo el mundo, pero se situará en esta vía intermedia, que puede ser ampliamente consensual.
Notas:
[*] |
Tomado de Politique, la Revue, n. 2, París, octubre-diciembre de 1996. Traducción de Raúl Ornelas. |
[1] |
Los saninké están repartidos entre el este de Senegal, Mauritania, Mali, Guinea, Costa de Marfil y Burkina Fasso. |
[2] |
La Maison des Femmes (Casa de las Mujeres) es un lugar de reunión creado por el movimiento de mujeres que acaba de celebrar su décimo aniversario. |
[3] |
Se trata de locales desincorporados por la SNCF (el sindicato ferroviario), puestos a disposición de los Sin Papeles por los ferrocarrileros de la CFDT (Confederación Francesa del Trabajo). |
[4] |
Es el tren que va actualmente de Dakar a Bamako. |
[5] |
La gran concesión es la casa familiar compuesta por todas las esposas e hijos, correspondiente a la modalidad poligámica de las familias africanas. |
[6] |
Al menos por parte de los pueblos, los gobiernos se han visto más lentos. Cuando Abdou Diouf, presidente de Senegal, se decidió a hablar, fue para demandar que la ayuda a Senegal fuese aumentada. |
[7] |
Una de las etnias de Senegal. |
[8] |
Peul o toucouleur se les llama a los "hombres del desierto", que son los habitantes de la costa norte de África en la región subsahariana.
PDF
|